04 Ene Calor
María, no puedo dormir, ¿y tu? -fffff…!! yo tampoco…. Alargo el brazo y enciendo otra vez la lamparita de la mesilla de noche. Veo a mi hermana en la cama nido, despanzurrada boca arriba encima de las sábanas, con los brazos y piernas separados y la melena levantada sobresaliendo la almohada. Creo que voy a volver a la ducha,-digo- y me levanto directa al cuarto de baño.
Entro en la bañera, dejo correr el agua que ni al rato sale del todo fría, sujeto el teléfono en el soporte más alto y me abandono debajo del chorro a presión, con pelo y todo. Oooh qué alivio… Me quedo en babia sintiendo el agua hasta que la voz de mi hermana me devuelve a tierra: <Vaaa saaal, ¡¡que me toca a mí!!>.
Al instante cierro el grifo y salgo de la bañera. Tomo la toalla empanada buscando con el pie la alfombrilla que se ha colado debajo del bidé, me tampono ligeramente torso y brazos y me la coloco encima de la cabeza como si fuera un manto. Tras dejar caer la tonelada de toalla en la pica, me tiendo de nuevo desnuda en la cama, todavía mojada y con los brazos abiertos, en un intento de propiciar la máxima ventilación. Siento el contacto con las sábanas húmedas.
Es la cuarta ducha que nos hemos dado esta noche. Y sólo son las 2 de la madrugada. Durante unos minutos que me parecen un soplo, siento el alivio placentero de la evaporación en mi piel, pero rápidamente me voy secando de nuevo… Acelero el movimiento de abrir y cerrar los pies, que me relaja durante unos instantes. María, justo se echa ahora en la cama. No corre ni una brizna de aire, aunque todas las ventanas de la casa están abiertas.