06 Jun Cambio profesional
Llevaba 15 años en un organismo público como consultora de desarrollo de empresas y esa posición profesional me había aportado una experiencia valiosa, pero me sentía cansada de los mismos proyectos y cuando me proyectaba a 10 años vista no me gustaba lo que veía. No quería jubilarme haciendo lo mismo durante muchos más años y sobre todo, sin haberme atrevido a lanzarme al vacío siguiendo mi vocación de ayuda a las personas.
Me daba más terror no intentarlo que probarlo y perder una posición laboral segura y reconocida.
Así que solicité una excedencia que sabía nunca iba a ejercer y me fui para formarme en las nuevas disciplinas de coaching y desarrollo humano convirtiéndome en profesional autónoma.
Durante los tres primeros años estuve muy inmersa en formaciones especializadas y, arduos entrenamientos de crecimiento personal que me permitieran resolver mis propios conflictos para poder así ayudar a otros eficazmente.
Fui compaginándolo con clientes, primero de prácticas y luego asentando una cartera estable. Abrí distintas vías de actividad, como formación en escuelas de negocio, proyectos de consultoría en empresa y también de ayuda a profesionales y emprendedores que me contrataban directamente.
A lo largo de estos 16 años, he pasado momentos mejores y peores, me he sentido sola muchas veces, pero esa era la opción profesional que, todavía hoy, siento es la mía y nunca me he arrepentido de haber tomado la decisión de cambio.
Una historia alternativa que pudo ser…
A los 15 años de trabajar como consultora de desarrollo de empresas tuve una crisis de sentido. Había sufrido una experiencia de mobbing cuya superación me cambió para bien y descubrí mi vocación de servicio a las personas. Ello me llevó a replantearme las distintas facetas de mi vida y en particular mi actividad laboral y la permanencia en un puesto que ya no me ofrecía oportunidades de aprendizaje significativos.
Pasé tiempo dudando y barajando opciones profesionales que pudieran reportarme bienestar, el reto que necesito y la satisfacción de hacer lo que más me gusta.
Poco a poco fui dándome cuenta de que yo misma estaba en el centro de la experiencia y de que podía reinterpretar mi situación y encontrar oportunidades que tal vez no estaba advirtiendo. A partir de ese momento todo cambió y empecé a vivir con nuevos ojos, tanto lo malo como lo bueno que me ofrecía mi posición actual.
Valoré la seguridad laboral, la tranquilidad económica y las ventajas sociales de trabajar en un organismo público a pesar de los cambios constantes. También el horario que me permitía encontrar, si me lo proponía, otros alicientes complementarios compaginando con el trabajo.
Empecé a cultivar aficiones como la pintura, el baile y más tarde la escritura, que me reportan todavía hoy una gran satisfacción. Seguí desarrollándome a nivel personal y creciendo como directiva de mi equipo, aplicando con resultados estimulantes las nuevas herramientas de colaboración y productividad que iba aprendiendo.
El aprendizaje mayor fue lograr disfrutar de un tiempo libre que no supe encontrar siendo más joven cuando mis hijos eran pequeños.
De lo que estoy más satisfecha, es de haber cultivado mi vocación de ayuda en el entorno laboral inmediato. La paradoja, es que no esperando nada de mi trabajo, viviéndolo positivamente sin más, he tenido dos promociones internas que no llegaron cuando las buscaba obsesivamente y que me han agradado, pero de las que en verdad, ya no dependía para sentirme completa.