Blog personal de Elena Porté

En estas páginas comparto escritura creativa y pintura. Encontraréis relatos breves, cuentos o retratos que brindan inspiración y belleza. Su propósito es mostrar que todos podemos aflorar nuestros dones creativos cuando nos conectamos al ser. Gracias por leerme.

A través de mi ventana 

Sentada en la silla desde mi mesa de despacho, veo dos edificios. La fachada trasera de un pequeño hotel en primer plano y justo a la derecha, ya dejando un respiro, la pared lateral de una finca de viviendas. Ambos edificios son de altura mediana. Desde la ventana de un cuarto piso puedo ver parcialmente sus azoteas, y con una perspectiva ya del todo abierta, si miro desde mi terraza cuando subo al piso de arriba.

Siempre me llama la atención el huerto urbano con grandes jardineras de plantas de hortalizas que fue sembrado hará escasos dos años en el terrado del hotel y se desarrolla, desde mi lado, con sorprendente rapidez. Su verdor de matices cambiantes que muta en mil caras con cada ciclo de siembra y cosecha, contrasta con la dureza inmóvil de los edificios. Cuando levanto la cabeza del ordenador en búsqueda de inspiración o de un instante de descanso, mi mirada, curiosa como ojo de capataz supervisando una plantación, escudriña la muerte de plantas, la llegada de nuevos planteros y frutos, los emparrados de la temporada.

El cielo, tan cercano que casi podría alcanzar las nubes con mis manos, es también una ventana de acceso a mi propia serenidad. Ofrezca el aspecto que ofrezca, nunca me deja indiferente la belleza cambiante del cielo. Más exacto decir, me sube el ánimo. Siento como me expando con la contemplación del color. Qué nitidez estas nubes, me flipan estos salmones, violeta, rosa chicle… ¿Qué matices distingo en este color…? Hay amarillo, negro, ultramar, rojo… y un fondo de marrón, lógico, su complementario. Y sigo una y otra vez el guión; me gustaría tener tiempo y pintarlo ahora mismo en acuarela.

Pero pocas veces me doy el permiso de detener la tarea que tengo entre manos y me siento en el sofá de la terraza surfeando la ola de la oportunidad con lámina y pincel. Algún día la pararé. Por mis narices que la acallo. Mente aguafiestas.

La terraza del ático vecino, siempre dispuesta a ofrecer una instantánea de algarabía de sus cenas de grupo en días festivos, me salta como nota juguetona en contraste con la espalda bunkeriana del hotel y me recuerda que es hora de dejarlo por hoy y qué bien, empieza el finde.

Destacan por su altura las chimeneas frente a frente de ambos edificios, que rivalizan en jerarquía territorial por el nivel de poco más de un piso y parecen enfrentar lo divino con los mundano, al cielo y la tierra, el yin con el yang. La negra y alta de la derecha, se impone por su masculinidad casi fálica, si no fuera porque se alza cuadrada. Y me sonrío interiormente… la plateada y redonda en su terminación acapuchonada muestra su dominio desde una humilde pero afianzada femineidad en la esquina del gran cuadro que forma el huerto. <Tu rigidez te hace estéril, yo en cambio insemino este territorio y permito la vida -parece contraatacar->.

Ajeno a las contiendas en las alturas, el patio estrangulado entre las paredes de los dos edificios, parece guarecerse de la lucha entre titanes con un parapeto de ropa tendida y alguna mesa destartalada comida por el sol. Tiene gracia, me pregunto qué rayo hambriento habrá conseguido colarse por ese espacio sombrío.

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